Habrá que proclamarlo las veces que
sean necesarias. Y gritarlo, alto, hacia nuestra izquierda, para que, cuando
vuelva el PSOE al poder, que lo hará, tenga los reaños para hacer lo que desde
la oposición proclama y nunca se atrevió mientras estuvo en el gobierno. ¡Hay
que separar ya de una maldita vez la Iglesia del Estado! El poder civil ni
sabe, ni entiende, ni debe inmiscuirse en las creencias de los particulares. Ni
para fomentar ni para castigar pretendidas ofensas a los sentimientos
religiosos. Otra vez: ¡Las creencias religiosas de los gobernantes no pueden
imponerse al resto de la sociedad! ¡Y LA JUSTICIA NO PUEDE CONVERTIRSE EN LA
ESPADA VENGADORA DE NINGUNA CONFESIÓN RELIGIOSA!
La libertad de conciencia incluye la libertad
de pensamiento, y esta a su vez la libertad de expresión. ¿De qué me sirve la
libertad de pensamiento y de conciencia si la justicia me pone un candado en la
boca? A quien no le guste una obra de teatro, de cine, o de lo que sea, que no
vaya, que no la vea, que no mire, que se tape los ojos y los oídos. Tiene para
ello absoluta libertad. Parecían lejanos los días en los que una turba de
fanáticos se arrodillaba con el rosario al cuello a las puertas de los cines
donde se proyectaba La última tentación
de Cristo. Parecían lejanos los días de la Inquisición, pero no, están
aquí. Pensábamos que el PP había hecho retroceder a la sociedad española 30
años, pero nos ha retrotraído a la Edad Media. ¡Cuánta hipocresía! Los mismos
que ahora se rasgan las vestiduras por el vídeo de Crahe justificaban no hace
mucho las burlas al Islam en las famosas viñetas contra Mahoma.
¡PSOE, apunta!: Receta para una
política religiosa propia del siglo
XXI. Para extirpar la moralidad religiosa de la acción y del ejercicio de la
política empiécese por tirar a la basura los símbolos religiosos que aún
adornan la toma de posesión de los altos cargos de la administración. A continuación
sáquese el adoctrinamiento católico de la Escuela Pública. Precisamente porque
es pública, y las creencias son privadas. Que no tema la Iglesia por esto.
Porque seguramente no le faltarán buenos católicos que acudan a sus propios
establecimientos para recibir sus enseñanzas…¿o no? Por supuesto no hay que
olvidarse de obligar a la Iglesia, (como a cualquier otra Confesión) a pagar
religiosamente los impuestos que deba, como hacemos los demás como buenos
cristianos. Hay que eliminar del Código Penal el artículo 525 por absurdo y
anacrónico. ¿Cómo puede la Justicia castigar la ofensa a los sentimientos religiosos? ¿Y por qué entonces sólo los
religiosos? Cuando todo esto ya esté suficientemente cocinado, entonces
podremos poner la guinda (roja) sobre este nuevo Estado libre de adherencias
medievales. Regular el derecho a la muerte digna. Quien quiera hacer penitencia
en el último escalón de su existencia que la haga. Quien quiera morir sufriendo
que se vaya sufriendo. Pero nadie tiene derecho a imponer a toda la sociedad
una moral arcaizante cuando la medicina del siglo XXI puede garantizar una
despedida sin dolor, sin sufrimiento, humana. ¿Puede la medicina ayudarnos a
venir a este mundo, a vivir en él, pero no a dejarlo?
Que no tema la Iglesia. No va a
desaparecer. Y seguro que no hará disminuir el número de católicos. Quizá
algunos descubran que les movía más la costumbre que el verdadero
convencimiento, pero a estos no los quiere la Iglesia. No, no tiene la Iglesia
nada que temer: ¿a quién puede perjudicar que la Iglesia se separe del Estado?
¿Puede perjudicar a la Iglesia que la gente viva según su propia conciencia?
¿No habrá perdido la Iglesia la fe en sus seguidores…verdad?
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