domingo, 10 de junio de 2012

El rescate de Inocencio Malatesta


Con ese nombre parece inmigrante, pero no, es de aquí, un españolito de pro, muy amante de su tierra, patriota, que se dice. El hombre no tiene muchas luces, sólo pudo hacer el KGB ese de antes de la reforma educativa, así que sólo le da para ser lo que llaman “chico vespa”; “ves pa yá, ves pa cá”, y así que me le tienen todo el día en la obra donde trabaja. Con su sueldo de mierda sólo le da para un alquiler en el centro cochambroso de la ciudad, donde vive con su mujer, la Cándida. Tienen cuatro hijos. A él le parecen demasiados, pero bueno, con las subvenciones para libros, y para el comedor del colegio van tirando.

Un día le llamaron por teléfono los del banco. ¡Qué majos! Casi ni le dejaron hablar. “Que sí hombre, usted no se preocupe por nada, ¡será por dinero! ¡Vaya! Que le dieron un préstamo para comprar el piso, y además otro para el coche, aunque él, como es un “vespa” prefiere una furgoneta, es más útil. Y le dieron también para una de esas teles modernas, que lo van a flipar los chicos cuando la vean. Y así les fue, ¡como para no sentirse orgullosos de los colores patrios!, ¡vamos hombre! Hasta que un día. Hasta que un día oyó en el telediario que un “tsunami financiero” había llegado a Europa desde los Estardos Unidos. No le dio mucha importancia a la cosa hasta que le echaron del trabajo. “El tsunami, Inocencio, la crisis, vamos, la burbuja, cá pinchao”.  ¿Y ahora qué? Los números, las letras… nada, no hay nada que hacer, le han dicho en el banco. “Si no pagas, te quedas en la calle”, “Pero... ¡si en la calle ya estoy!” “Ya, no, en la puta calle, digo”.  Y así fue. En la calle toda la familia cuando le embargaron el piso, aunque tenía que seguir pagando las letras al banco. “Pero ¿por qué? Si el piso lo tenéis ya vozotros? “Ah, amigo, la ley es la ley”. Menos mal que hay gente buena en el mundo, y la familia se ha repartido entre los vecinos del bloque. Inocencio, Cándida, y el pequeñín están con Doña Angustias, una solterona, que ahora tiene a su padre en casa, devuelto, porque el asilo "ha echao el cierre".

En el telediario ha oído que la culpa de todo la tienen los maestros, que no quieren trabajar dos horas más. Y los funcionarios todos, que hay demasiados. Y el gobierno ha empezado a arreglarlo todo, que ya era hora. Y en esto, la Cándida se volvió un día con el pequeño tó rojo del médico porque han cerrado las pediatrías de la tarde, que no hay personal, dicen. A los niños les han retirado las subvenciones. Ya no le dan nada, ni para libros, ni para el comedor. De momento han dejado de ir al cole por la tarde porque no pueden pagar el menú, y “de los libros ya hablaremos hijo, que si no se puede no se puede. Tú mírame a mí, anarfabeto totá; y qué, ¿pasa argo?” Y el niño mira y no contesta. Tendrá que salir a la calle a pedir, ¡qué remedio! A la puerta de la iglesia. “No”, le ha dicho Angustias, “que allí no dan, mejor a la beneficiencia”. Allá que fue, pero, madre mía, cuánta cola. Pero ¿qué está pasando? Sin embargo en el telediario no hacen más que decir que “se está haciendo lo correcto”, “que las reformas están dando resultado”. Hasta en Europa dicen que “España está haciendo las cosas bien, que las reformas son necesarias”. Inocencio no entiende entonces a qué tanta protesta en la calle, tanto jaleo un día sí y otro también. Y oye hablar de un rescate. Que sí, que no, y a él se le encienden los ojillos, “¡por fin, van a venir a rescatarnos! Y reza a la Virgen del Rocío para que el rescate no llegue demasiado tarde, que la Cándida dice que no puede más. Y de pronto solo ve banderas españolas en los balcones y piensa en el rescate. La gente está contenta, por fin va a venir Europa a rescatarnos. Acelera el paso hasta la taberna a ver si un alma caritativa le invita a una cerveza sin alcohol, digo yo, que si le han sacado el alcohol será más barata. Y en la tele sale el del Guindo ese diciendo que “han pedido ayuda a Europa”. ¡Tóma ya!, sale Inocencio corriendo a decírselo a la Cándida. Ni espera el ascensor, sube corriendo las escaleras hasta el piso de doña Angustias y le grita, “¡enciende la tele, que está el del Guindo, Cándida, que ya vienen!” El del Guindo sigue ahí, pero la Cándida ya no se fía. “¿Pero qué ha dicho el presidente Rajoy? ¿Lo ha dicho él?” “No lo sé, yo no lo he visto. Estará en otro canal”. Y cambian de canal buscando la confirmación del señor presidente del gobierno español, pero no aparece por ningún lado. “Bueno, qué más da. Este del Guindo nos vale”. El ministro sigue hablando de la ayuda, “¿cuánto dinero ha dicho? Madre mía, son cifras….¡gastronómicas!, ¡Cándida, estamos salvados! Recuperaremos el piso, los niños podrán ir al cole con tantos libros que se les va a romper la espalda, ya verás”. Pero doña Angustias mueve la cabeza a uno y otro lado con cara de….eso. “El dinero es para los bancos”, suelta la tía. “¿Cómo para los bancos? No seas tonta Angustias. ¡Es Europa! Será para la gente, ¡mira cuántas banderas en los balcones!”. “Para los bancos”, repite la angustiosa. Inocencio Malatesta no lo entiende. “¿Dinero para los bancos? ¿A esos que se han quedado con la casa? ¿A esos a los que sigo yo debiendo lo que no tengo? ¿Y la gente? ¿Entonces…las banderas….? Angustias se encoge de hombros y suspira. Es el fútbol. Y las pocas luces de Inocencio se apagan. 

4 comentarios:

  1. Me quedo sin palabras. Sencillamente fantástico!!!!

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    1. Gracias. A ver si reduciendo el problema a lo esencial abrimos los ojos.

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  2. Angustiante, pero cierto. Ni siquiera las malas testas peperas tendrán voluntad de escapar de la inocente credulidad. A pesar de todo, ¡enhorabuena!

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  3. A veces, para obtener respuestas sencillas hay que hacer preguntas sencillas. Aunque aún nadie contesta, porque nadie puede explicar lo inexplicable.

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