Las matemáticas no mienten, pero sirven
para hacerlo. No digo que el dato en sí mismo sea
mentira, sino que puede resultar engañoso. Especialmente cuando se da en cifras
absolutas, y cuando no se compara con otros datos similares de otras zonas que
podrían ofrecer una referencia sobre las verdaderas dimensiones, en términos de
escala, del dato suministrado. En estos casos siempre hay que preguntarse por
las intenciones que se tienen cuando se suministran los datos de esta manera.
Un solo ejemplo servirá para ilustrar lo que digo. Cada año se publican los
datos de la Ayuda al Desarrollo, y es muy normal que la prensa destaque a
Estados Unidos como el país que más dinero destina. En el año 2010 su
aportación al desarrollo fue de 30.154 millones de dólares. Una gran cifra, si
pensamos en la aportación de España, 5.917 millones; o de Noruega, 4.582
millones. Pero la cosa cambia si relacionamos estos datos con el PIB de cada
país. Así, resulta que Estados Unidos destina un 0,21% de su riqueza nacional
como ayuda al desarrollo, España un 0,43% y Noruega un 1,16%. Seguro que
nuestra opinión sobre el esfuerzo y la solidaridad de EE.UU. ha cambiado algo.
Bueno, pues algo de esta manipulación estamos
sufriendo en esta crisis con los datos que un día sí y otro también leemos en
la prensa española sobre el déficit, la deuda y el pago de los intereses de
esta deuda. Estas noticias se dedican a analizar datos, pero rara vez explican
las causas de estos incrementos, y nunca
realizan comparativas con otros países de la Unión Europea. Sin duda, lo
que se pretende es crear alarma y
propiciar un ambiente comprensivo hacia los recortes en el sector público,
cuando no directamente culparlo de la crisis. Es una manera más sutil, pero
mucho más peligrosa por la supuesta objetividad de los números, de repetirnos
esa cantinela de que “no podemos
permitirnos el Estado del Bienestar que teníamos”, y que hemos vivido “por encima de nuestras posibilidades”.
Pero todo esto es falso, y pretendo demostrarlo. Pretendo demostrar: 1. que no teníamos un Estado del Bienestar de lujo, como pretenden ahora
que creamos, 2. que la deuda y el déficit actual en el sector
público no son consecuencia de un despilfarro irresponsable que haya provocado
la crisis, sino todo lo contrario, que el déficit es la consecuencia y no la
causa de la crisis; y 3. que esa
deuda sigue creciendo por los efectos
mismos de la crisis en un fenómeno de retroalimentación y especialmente por las
consecuencias de una unión monetaria mal construida y peor defendida.
Antes
de nada habrá que pedir perdón por la
lluvia de datos que se avecina, pero de eso se trata en esta entrada,
combatir unos datos engañosos y alarmistas, con otros puestos en relación con
los demás países de la Unión Europea, para, así, poder ofrecer un panorama más
sosegado y más realista.
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1. Empecemos por
valorar el Estado del Bienestar que
tenía España antes de la crisis del año 2007. Incluiremos los tres pilares
básicos: Educación, Sanidad y Protección Social. Para valorar el gasto en Educación acudimos al Instituto de
Evaluación del Ministerio de Educación (Sistema Estatal de Indicadores de la
Educación). Pues bien, el gasto en relación al PIB ha estado siempre por debajo
del 4,5%, cuando la media europea en inversión en Educación entre el año 2002 y
el 2007 estaba en el 4,96%. En esos años España pasó del 4,25 al 4,35%.
Ocupábamos el puesto número 20 de la tabla, sólo por delante de Italia,
Rumanía, la República Checa, Bulgaria, Eslovaquia y Luxemburgo. A pesar de
esto, en 2007 el gasto por alumno en relación al PIB por habitante es 1 punto
superior a la media europea; si en España era del 25,9%, la media europea era
del 24,9. En el año 2007, España tenía un gasto medio por alumno de 6.773 euros,
mientras que la media de los países de la UE estaba en los 6.251. Aunque, para
ser justos con el sector público, hay que decir que en este último dato están
incluidos los gastos del Estado en instituciones públicas y privadas, y que
desde hace años el estado viene aportando el 58% de los gastos corrientes de la
enseñanza privada concertada no universitaria, según revelan las últimas
encuestas del INE.
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En Sanidad, según
los últimos datos que ofrece Eurostat correspondientes al año 2004, el gasto
público sanitario en España se situaba por debajo de la media de los quince
países que integran la UE-15, tanto en términos de porcentaje respecto al PIB
como en términos de gasto por habitante. Si se analiza el gasto sanitario
público en relación al PIB, España ocupaba la posición número 14 en la lista,
al presentar un valor de 6,0% frente a una media de la UE-15 del 7,5%. Sólo
Luxemburgo (por tener un PIB muy alto) se sitúa por debajo de España con el 5,5%.
El resto de países, incluso los que presentan un nivel de desarrollo económico
inferior a España se sitúan por encima: Grecia un 6,7%, o Portugal un 7,1%. Los
países en los que la sanidad tiene un mayor peso económico son Francia, con el
8,8 % de su PIB, Países Bajos (8,1 %) y Suecia (8,0 %). En cuanto al gasto por
habitante, España se situaba en el puesto número 13, con 1.329 euros, sólo por
delante de Grecia y Portugal. La media europea era de 1.975 euros. Por último, el Sistema de Protección Social es
analizado en el Informe Económico de la Oficina del Presidente del año 2008. En
este capítulo se incluye todo lo relacionado con enfermedad, invalidez, vejez y
supervivencia, familia, hijos, desempleo y vivienda. Bien, el gasto en
protección social medio por habitante en España alcanzó los 4.700 euros en 2005,
cuando el gasto promedio por habitante de la U.E. era de más de 7.100 euros,
por lo que el nivel de gasto en España se situaba un 34% por debajo de la
media. La Ley de dependencia aprobada a finales de 2006 supuso un intento de
acortar distancias con Europa. Entre 2006 y 2008 se le asignaron unos 2.400
millones de euros y se aumentaron el resto de partidas, pero aún así, en 2008
el diferencial negativo en relación a Europa se redujo 12 puntos, hasta el 21%.
Las mismas diferencias se aprecian si se analiza el gasto en relación al PIB.
El porcentaje del PIB dedicado a gasto social en España se encuentra entre los
más bajos de los países europeos, sistemáticamente por debajo de la media de la
UE-15. En 2004 España dedicaba aproximadamente el 21,2% de su PIB a políticas
sociales, más de tres puntos porcentuales menos que la media de la UE-15. En
2007 dicho diferencial volvía a situarse en torno a los dos puntos
porcentuales.
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Como
vemos, nuestro Estado del Bienestar
anterior a la crisis se encontraba por debajo de la media en comparación con el
resto de Europa, y, aunque se hicieron esfuerzos por ponernos a la altura
del resto de países aumentando los gastos en los tres aspectos, aún debíamos
recorrer algo más de distancia para alcanzar la media europea. Pero la crisis y
los recortes han truncado el esfuerzo realizado, y no sólo eso, sino que se
pretende ahora hacernos creer que era más de lo que nos merecíamos, que nos
salía muy caro, y que hay que reducir el déficit público desmantelándolo todo.
Pero el déficit público no lo han provocado estos gastos, sino la propia
crisis. Veámoslo.
2. El déficit público anual
en España puede decirse que era positivo desde el 2004, pues se cerró el año
con sólo un 0,1% negativo. Desde entonces, se cerró siempre con superávit: 1,3
en 2005; 2,4 en 2006 y 1,9 en 2007. Como hemos visto, parecía buen momento para
invertir en nuestro modesto Estado del Bienestar y así se hizo. Y entonces
explotó la burbuja inmobiliaria en EE.UU., afectando a todo el sistema financiero
que la había alimentado, pues un buen número de Fondos de Inversión y Bancos
que se habían arriesgado a financiar hipotecas a prestatarios de dudosa
solvencia (subprime) quedaron ellos mismos en riesgo de impago por su elevado
endeudamiento. La desconfianza entre las entidades paralizó el sistema de
préstamos interbancarios y la globalización hizo el resto. El resultado fue una
falta de liquidez en todo el sistema que afectó a la economía real, con la
reducción de los préstamos a empresas y familias….y hasta hoy. Ni Europa ni
España se han visto ajenas a los efectos de la crisis. Cajas de Ahorros y
bancos demasiado expuestos, demasiado endeudados, sin liquidez y en peligro de
quiebra. Y el gobierno acudió a salvarlos. El Informe Económico de la Oficina
del Presidente del año 2009 da cuenta de las políticas que se articularon para
encarar la crisis desde noviembre de 2008, y en el Informe del 2010 se
especifica la cuantía dedicada en cada una de esas políticas. Resumo: Creación
del Fondo de Inversión Local y el Fondo de Dinamización de la Economía y el Empleo
con una dotación de 11.000 millones de euros; creación del Fondo para la
Adquisición de Activos Financieros, para dar liquidez al sistema y así
colaborar en la concesión de créditos al sector privado residente, a este fin
se destinaron 19.300 millones de euros; creación del Plan de Avales del Estado
para respaldar la emisión de deuda bancaria. Entre 2009 y 2010 el total de
emisiones avaladas alcanzó los 60.900 millones de euros. Medidas
extraordinarias de acceso al crédito a través del ICO, hasta el 2010 había ya “movilizado 61.200 millones de euros entre
líneas de mediación y operaciones directas”. Y, por último, emisiones de
deuda pública para poder financiar todas estas políticas de apoyo al sector
financiero y a la economía. La Memoria del año 2008 del Tesoro Público confirma
que la emisión de deuda aumentó 48.000 millones de euros con respecto al
anuncio de emisión realizado en diciembre de 2007, pasando de 61.400 a 113.100
millones de euros, con lo que la deuda en circulación en ese año subió hasta
los 358 mil millones de euros, 51.600 más con respecto al año anterior. Y no ha
dejado de aumentar desde entonces, en julio de este año 2012 la deuda en
circulación ya era de 605.952 millones de euros. Como resultado de todo esto,
el saldo presupuestario que era casi 2 puntos positivos en 2007 cayó 13 puntos
hasta situarse en el 2009 en el 11,2% negativo. Y la caída del PIB, 3,7% en 2009,
como consecuencia de la crisis y de los recortes (más paro, más gasto en
protección social, menos consumo, menos ingresos) aumentó la ratio con respecto
a la deuda 17 puntos, del 36% en 2007, al 53% en 2009. Y, repetimos la
cantinela, no ha dejado de aumentar desde entonces; 61% en 2010, 68,5% en 2011,
posiblemente se cerrará 2012 por encima del 85%, y según los últimos datos, las
nuevas ayudas a la banca lo alzarán en 2013 hasta el 90,5%.
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Así que, parece
claro, el déficit público y la deuda no son la causa, sino todo lo contrario,
son la consecuencia de la crisis, pero aún así la política neoliberal quiere
hacernos creer lo contrario y nos impone los ajustes y los recortes en el
sector público como castigo por esta supuesta culpabilidad e irresponsabilidad,
sin conseguir otra cosa que agravarlo todo aún más. Joseph Stiglitz lo sostiene en su último libro: “El error más grave que ha cometido Europa,
instigada por Alemania, es que ha achacado los problemas de los países periféricos
como Irlanda o España, a un gasto irresponsable (…) tanto España como Irlanda
tenían superávits y un reducido nivel de endeudamiento”. Hasta George Soros, presidente de Soros Fund
Management, reconoce que los problemas que sufre ahora España son consecuencia
de la crisis: “España, que había manejado
sus finanzas muy bien y había emergido como un ejemplo de prudencia
presupuestaria, se embarcó en políticas contracíclicas para estimular la
economía que dispararon su deuda. Luego se produjo la revelación griega, y los
mercados se dieron cuenta de que había un riesgo real de quiebra dentro del
euro, y la prima de riesgo volvió a hacer su aparición”. Y así nos vimos
envueltos en el círculo vicioso de la desconfianza que exige recortes, y en los
recortes que provocan desconfianza en la capacidad de pago, la prima de riesgo
subiendo y aumentando la deuda….
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Sin
embargo ni el problema de la deuda en
España ni su coste parece tan grave si se pone en relación con los otros
países de la Unión. Como ya hemos dicho la deuda pública en España en relación
al PIB empezó a subir sólo a partir de la crisis de 2008. En este año era tan
sólo del 40,2%, y en 2009 ya subió hasta el 53,9%, y ha continuado subiendo
hasta alcanzar los valores actuales. Al comienzo de la crisis, otros países
tenían deudas mucho más abultadas que la nuestra. Por ejemplo, sin contar a los
rescatados o en crisis; Francia en 2008 tenía ya un 68,2 % en relación al PIB,
y cerró 2011 con un 85,8%; Bélgica, 89,3% en 2008, 98% en 2011; Alemania, 66,7%
en 2008, 81,2% en 2011. También tienen una deuda más alta que la de España el
Reino Unido, Austria e Islandia. En 2011 la media de la deuda de la eurozona
estaba en el 87%. Luego, ni con las previsiones del gobierno llegaremos a la
media este año, y sólo la superaremos el próximo. Para evaluar el coste de esta deuda hay que tener en
cuenta otras variables que no suelen inundar los titulares de los diarios, pero
que sí se valoran en los documentos oficiales. Son el vencimiento medio y el
interés medio de cada uno de los tipos de deuda. El vencimiento medio de la deuda
española es de 6,2 años, y el interés medio del 4,7%. Como, según el Tesoro,
desde el comienzo de la crisis para captar financiación se emite más deuda a
corto plazo, Letras, con vencimientos entre 3 y 18 meses, el interés medio baja
hasta el 3,55%. El pago de intereses por la deuda hasta el 2011 suponía el 2,2%
del PIB nacional, 4 décimas por debajo de la media de la Unión. A Francia y
Alemania le suponen el 2,6%, al Reino Unido el 2,7% y a Italia el 4,6%. En este
sentido España se ha visto beneficiada por la entrada en el euro, porque el
interés medio de la deuda pública en los primeros años 90 rondaba el 10%. A
pesar de esto España es uno de los países en donde la deuda está creciendo más
rápidamente, junto con Grecia, Irlanda y Portugal.
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Es
evidente que España está perdiendo
solvencia, y ello se debe a los efectos de la propia crisis y a los
recortes, en lo que los expertos llaman trampa deflacionaria. Ante la
ausencia de inversión privada por la escasez de liquidez, el único medio de
estimular la economía es admitiendo un nivel de déficit presupuestario. Pero
Alemania está imponiendo la austeridad como castigo por ese supuesto
despilfarro, y los “mercados” quieren recuperar su dinero, salga de donde
salga, y ante la impasividad del BCE, sólo prestan a cambio de elevar el tipo
de interés. Resultado, toda la economía se contrae. Baja la producción y el
PIB, sube el paro y suben los gastos del Estado en subsidios y protección al
desempleo. Así ha sido durante los primeros años de la crisis, pero ahora el
gobierno quiere recortar incluso por aquí. Esta partida aumentó en los
presupuestos de 2009 unos 4.000 millones con respecto a lo presupuestado en
2008, ascendiendo hasta los 19.600 millones. Y en 2010 subió a 30.975 millones
de euros. A partir de aquí la dotación ha ido bajando a pesar de que el paro ha
ido subiendo: 28.800 euros en 2012, y 26.969 lo presupuestado para 2013. La
crisis también ha contraído el consumo con lo que se recauda menos, hay más
gastos y menos dinero para afrontarlos, por lo que todos los indicadores
económicos se disparan, justificando así nuevos recortes.
3. La otra causa
de la escalada de insolvencia de la economía española en la actualidad tampoco
tiene nada que ver con esa supuesta irresponsabilidad fiscal o con la cantinela
de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, no, la causa está en el euro, en la moneda única, que, en la
práctica ha resultado ser una trampa
mayor, en realidad, la causa de la crisis que está sufriendo España y toda
Europa en este momento. Porque ha resultado que tenemos una moneda común, pero no única. El euro tenía, tiene,
varios defectos, unos ya advertidos desde su creación, y otros que sólo han
salido a la luz con la crisis. En primer lugar una moneda única requiere de un
banco central para aportar liquidez, pero también de una tesorería que pueda
emitir deuda pública y pueda garantizar las obligaciones crediticias de cada
estado. Pero nuestro Banco de España, como los de todos los países de la zona
euro, ha delegado la política monetaria en el BCE (fabricación de dinero, tipo
de interés y tipo de cambio frente a otras divisas), aunque nuestro Tesoro ha
seguido funcionando como un tesoro a nivel nacional, emitiendo deuda avalada
por el propio Estado y por su banco, cuando en realidad no controla la emisión
de moneda de la deuda que avala. Como el BCE se niega a asumir las funciones
propias de una tesorería al rechazar la emisión de eurobonos, los estados se
ven obligados a financiarse en el mercado secundario, vendiendo deuda a los
bancos y a otros fondos de inversión. En
la práctica es como si cada estado se hubiese endeudado en una moneda
extranjera con la obligación de pagar en esa misma moneda pero sin poder fabricarla. Al
principio, toda la deuda soberana europea se trató como inversión segura y
bajaron los tipos de interés. En nuestro caso, el interés medio de las letras
pasó del 12,8% en 1992 al 3,16 en 2006; el de los bonos bajó del 13 al 3,15%, y
el de las obligaciones bajó del 11,4 al 5% en ese mismo año. Sólo con la
revelación del fraude de las cuentas griegas los inversores en deuda soberana
se dieron cuenta de la posibilidad real de entrar en suspensión de pagos dentro
del euro, y empezaron a pedir primas de
riesgo para cubrirse de posibles impagos. Pero como estos productos
financieros se negocian libremente en el mercado y pueden ser adquiridos y
vendidos incluso por quienes no tienen deuda soberana, los mercados pueden
forzar la quiebra de los países endeudados mediante operaciones bajistas,
vendiendo sus bonos, porque obtienen más beneficio con la quiebra que con la
recuperación. En palabras de George
Soros, “es como comprar un seguro de
vida sobre la vida de otra persona y tener licencia para matarla”.
Otro inconveniente del euro es la ausencia de
una unión fiscal. Algo que, evidentemente, hubiera requerido de una unión
política previa, pues se hubiera cedido a las instituciones europeas la
capacidad de imponer unas tasas tributarias comunes en toda la zona de la unión
monetaria para luego redistribuir lo recaudado según las necesidades de cada zona.
Pero en este aspecto cada país ha actuado también separadamente, y por separado
se les ha exigido también que cada uno resuelva sus problemas de insolvencia
como pueda. Pero la desunión fiscal ha tenido otros efectos. Las empresas han
huido de aquellos países donde los impuestos eran más altos para instalarse en
los que había menor presión fiscal, y como sus productos pueden moverse
libremente por la Unión, se ha provocado una competencia a la baja por reducir
impuestos al capital para atraer la inversión, y se ha presionado también sobre
los sueldos y las condiciones laborales empeorando unos y otros.
Por
último, la adopción del euro ha eliminado dos de los mecanismos más importantes para realizar ajustes en casos de crisis sin sustituirlos por nada. Porque los
países de la zona euro ya no pueden de forma unilateral modificar el tipo de
interés de la moneda, o el tipo de cambio frente a otras divisas para
depreciarla, y así, por ejemplo, hacer más competitivos los costes laborales y
compensar con un aumento de las exportaciones la caída del consumo interno. De
modo que el único ajuste posible es la
llamada devaluación interna. Como no se puede depreciar la moneda un 30% de
su valor frente a otras monedas, o entre unos países y otros de la zona euro,
la única forma de hacer el ajuste es provocar la caída de la economía real en
ese 30%.
De
esta forma, países que no han adoptado el euro y que por tanto no corren riesgo
de suspensión de pagos porque se han endeudado en su propia moneda no están
sufriendo los ataques de los mercados y pueden asumir déficits o deudas más elevadas
que la nuestra, es el caso de Islandia o el Reino Unido. Y allí donde existe
una verdadera unión política, monetaria y fiscal, ninguna región con problemas
queda abandonada a su suerte, como ocurre en Estados Unidos (Krugman pone el
ejemplo de Nevada, con una crisis económica similar al de Irlanda, provocada
también por una burbuja inmobiliaria, pero cuyos gastos sociales son asumidos
en su mayor parte por el gobierno federal). Por otro lado, a pesar de la
hipotética libertad de movimientos de la mano de obra que podría aliviar las
cifras del paro en las regiones con problemas, en Europa, al contrario de lo
que ocurre en Estados Unidos, las diferencias culturales y lingüísticas
dificultan en la práctica los movimientos de mano de obra en el seno de la
Unión, con lo que los países con problemas soportarán durante mucho tiempo
elevadas tasas de desempleo. Lamentablemente, como reconoce Omar Issing, uno de los arquitectos del
euro, poner en marcha la moneda única sin haber concluido la unión política en
Europa fue poner el carro delante del
caballo. Y parece que ese carro es de Alemania, porque se está beneficiando
de todo esto. Los inversores casi pagan por comprar sus bonos, con lo que se
financia gratis, el dinero del gran capital huye y se refugia en sus bancos, y
está recibiendo mano de obra especializada de países como el nuestro sin
haberse gastado un euro en su formación.
Después
de 5 años de crisis la situación está empeorando tanto en España como en el
resto de los países rescatados a los que se les está imponiendo austeros
programas de recorte del gasto público. Ya se dan por perdidos unos 21.000
millones de euros entregados a la banca desde 2008, y empieza a reconocerse que
estas ayudas y las que vengan repercuten negativamente en las cifras del
déficit y en la deuda pública. Los medios de comunicación americanos nos
retratan como un país que se empobrece a marchas forzadas y, literalmente, nos
pillan hurgando en la basura. También advierten que la política de austeridad y
recortes no hacen más que hundirnos más en la miseria. Y aún así, no nos
desviamos un ápice del camino que ya han recorrido Grecia, Irlanda, Portugal e
Italia. Todo, para recuperar la senda del crecimiento, nos dicen. Y nos
oponemos porque pensamos que esas políticas no han dado resultado alguno, que
están equivocadas porque no se percibe el crecimiento por ninguna parte. Pero
somos nosotros lo que estamos equivocados. Las
políticas neoliberales hubieran fracasado si se hubieran propuesto salir de la
crisis. Pero están triunfando plenamente, porque su objetivo no era sacarnos de
la crisis, sino aprovecharla para desmantelar el escaso y modesto Estado del
Bienestar que teníamos, y están triunfando porque han logrado convencer a
una mayoría de ciudadanos, a base de consignas fáciles y cifras alarmistas y
descontextualizadas, que hemos derrochado lo que no teníamos y ahora debemos
penar por ello. Debemos oponernos porque todo es mentira, estamos sufriendo lo
que Krugman llama el Gran Engaño, en el que están
comprometidos los gobiernos, las propias instituciones europeas y los medios de
comunicación. Sólo queda saber si saldremos del engaño y de qué manera
saldremos de él. Es lo mismo que especular por la cantidad mínima necesaria de
clase media para el sostenimiento del sistema, porque será la clase media quien
decida, a medida que se empobrece y ve desaparecer sus derechos, cuánto puede
aguantar y cuánto consiente en perder. De momento, los datos asustan, el pueblo
aguanta, el engaño perdura.