domingo, 23 de diciembre de 2012

Derechos


Se ha cumplido ya un año desde que el Partido Popular llegó al gobierno, y estamos asistiendo a un claro retroceso en materia de derechos y libertades, por lo que parece necesario, y lamentable, volver a recordar el sentido, la razón de ser que tienen los derechos individuales en una sociedad supuestamente avanzada y democrática como la nuestra.

Así pues, ¿qué son y para qué sirven los derechos individuales? Sólo se puede contestar a estas preguntas recordando el origen de la democracia moderna. Contra lo que pudiera parecer, el problema planteado por Rousseau y que él creía resuelto con el Contrato Social, sigue sin resolverse, a saber: “Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes”. El Contrato Social permitió al hombre pasar del Estado de Naturaleza al Estado Civil, pero aún hay que especificar la letra pequeña de ese contrato, aún hay que llenar de contenidos concretos el concepto de Libertad, y aún hay que decidir qué cantidad de gobierno es necesaria, justa y suficiente para cumplir el principal cometido encomendado por el Contrato Social. Dicho de otra manera, todavía en el siglo XXI, es necesario explicitar qué parcelas de esa libertad han cedido los individuos al Estado, y cuáles no. Y es necesario que este reconocimiento lo haga el Estado, que él mismo reconozca sus límites, porque, habiendo adoptado la vida en comunidad bajo unas normas que regulan y hacen posible la convivencia en sociedad, la libertad del hombre ya no es la libertad natural, sino, en palabras de Montesquieu, “es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten”.

Bien, podemos decir ya entonces que los “derechosson contenidos particulares de eso que hemos llamado libertad, y son derechos porque tienen que estar reconocidos y protegidos por el Estado. A partir de aquí hay que reconocer otro hecho. Si bien vivimos en sociedad gracias a ese Contrato, y siendo la ley la “expresión de la voluntad general” de esa misma sociedad, por lo que se ha admitido el criterio de las “mayorías” para regular todo lo que concierne al “bien común”; es igualmente cierto que la “voluntad general” no es la voluntad de “todos”, ni de todos “conjuntamente”, por lo que el criterio de la “mayoría” no sería aplicable en asuntos que atañen exclusivamente a la vida privada y a la conciencia de los individuos. Sólo admitiendo la pluralidad y complejidad de las sociedades modernas puede entenderse la utilidad de los derechos individuales, pues son, en definitiva, la pieza que faltaba en el Contrato Social de Rousseau, la pieza que resuelve el problema, y que permite la convivencia entre la diversidad de los individuos que componen la sociedad, donde las conciencias, las creencias, la moralidad, y hasta el sentido de lo que es justo o injusto no tienen que ser coincidentes.

Aún a riesgo de ser demasiado simplistas, pero para clarificar un poco las cosas, podemos decir que hay dos tipos de derechos:

Por un lado, aquellos que exigen una acción positiva por parte del Estado para compensar las desigualdades socioeconómicas provocadas por el sistema capitalista. Estos derechos fueron impulsados por la socialdemocracia y, hasta ahora, eran generalmente aceptados y nunca se habían puesto en entredicho. Además, son necesarios para garantizar la igualdad de oportunidades, una de las señas de identidad de la democracia. Estos derechos se materializan en los Servicios Públicos (Educación, Sanidad, Servicios Sociales, etc.), que, por otro lado, pretenden asegurar unos niveles mínimos de vida digna a todos los ciudadanos sólo por el hecho de serlo.

El segundo tipo de derechos son aquellos que no exigen una acción positiva por parte del Estado, sino todo lo contrario, su inhibición, después de su reconocimiento. Aquí podemos encontrar derechos individuales que tienen cierta repercusión social, como la libertad de expresión, con lo que el Estado, el Derecho, deberá matizar sus límites, pero existen otros derechos que de su ejercicio no se deriva ninguna repercusión social, más allá de quien lo ejerce y de su entorno familiar inmediato. Estos son los que se refieren a las creencias y a la moralidad que cada individuo toma como guía de su comportamiento y de su vida privada.

En este último año los dos tipos de derechos han sufrido un claro retroceso. La Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales se están desmontando pieza a pieza y las desigualdades sociales están aumentando. Con la merma de estos derechos, la propia democracia se resiente y el ciudadano deja de serlo.

También los derechos individuales están en serio peligro, no sólo de no alcanzar su desarrollo, sino su propia existencia tal y como habían sido reconocidos hasta ahora.

Bien, dado que los valores de los distintos grupos sociales están en relación con su situación económica, cultural y religiosa, los derechos individuales impiden que los valores de legitimación jurídica de un grupo (lo que es justo o lo que no; lo que es moral y lo que no), normalmente del grupo dominante, se impongan mediante coacción (convirtiéndolos en leyes) al resto de grupos que no los comparten o que claramente disienten de ellos. Así, los derechos individuales que no afectan más que a quien los ejerce sólo cabría restringirlos admitiendo que una parte de la sociedad puede arrogarse el derecho de regular la vida privada de la otra parte según su propia opinión. Sin duda alguna, esto supondría una vuelta a las cavernas de la intolerancia, y un atentado a la democracia y a la libertad. El Estado habría impuesto una suerte de despotismo moral sobre el conjunto de los ciudadanos.

Estamos hablando de derechos en los que es prácticamente imposible conseguir un “consenso social”, como a menudo se pretende y se argumenta para concederlos o no. Derecho al aborto, al matrimonio homosexual, a la muerte digna, son derechos, libertades, para los que sin embargo sí existe demanda social, y se adaptan a la realidad de la sociedad actual, como decíamos antes, plural y compleja. Negar estos derechos, argumentando que no hay consenso pero despreciando su demanda, no elimina la realidad ni impedirá su ejercicio, pero los empujará a la clandestinidad, y dejará en total indefensión a una buena parte de la sociedad, que actúa de todas formas al margen de unas leyes de dudosa legitimidad democrática.

Si aún tenemos que escribir en España el Contrato Social, se debe en gran medida a que tampoco hemos aprendido nada de las lecciones de John Locke, quien, en su Carta sobre la tolerancia instaba a separar lo que no puede estar unido: El Estado y la Iglesia. Porque no hay ninguna duda de que las creencias religiosas están detrás de la negativa al reconocimiento de determinados derechos individuales, sólo porque chocan con la moralidad del gobierno de turno. Al imponer sus creencias al resto de los ciudadanos se está arrogando un derecho que en absoluto les fue concedido en ningún pacto, porque no hay nadie tan estúpido que haya cedido al legislador su propia libertad, hasta el punto de dejar su moralidad y su vida privada en manos de otra persona.  

Puesto que los derechos individuales son de ejercicio voluntario y no obligan a nadie, aquellos que niegan la ampliación de los derechos individuales deberían preguntarse cómo, de qué manera, la ampliación de los derechos a otras personas disminuyen o coartan los suyos.

3 comentarios:

  1. Este análisis de lo que está pasando, digna muestra de la lucidez de su autor, muestra sin embargo, un "error" de principio, de forma que habría que negar la mayor. ¿Quién ha dicho que quienes detentan el poder lo hacen basándose en principios democráticos? ¿Qué ocurre si toda la ciudadanía ha votado a través de unos mecanismos democráticos dejar de funcionar como una democracia? ¿Qué ocurre si nadie quiere ver? ¿Por qué empeñarse en sacar de la caverna a quien no quiere salir de ella? ¿Quién ha dicho que haya que escuchar a Rousseau o a Locke? ¿Por qué se presupone que el togado derecho romano deba ser el principio rector de la ley ciudadana? ¿Aún no te has dado cuenta de que ya no existe la ciudadanía? ¿No comprendes que el raciocinio humanista está muerto? ¿Quién quiere pensar las palabras de un filósofo teniendo purpurados que muestran los dogmas de la fe verdadera? ¿Quién querrá aprender las lecciones de la historia si hay quien nos cuenta lo que debemos creer? En el telediario dicen que el año que viene saldremos de la crisis, que la caridad está asistiendo a los necesitados, que ha tocado la lotería en todo el país, que los centros comerciales están abiertos en domingo, que las estaciones de esquí tienen metros de nieve, que hay concursos de belenes y fiestas de Navidad hasta para los perros. El Estado ya no es el garante de ningún contrato social, el Estado ya no es el organismo que garantiza en justicia los derechos y las libertades de todos. La orquesta toca villancicos -¿no los oyes?-, ¡y te los puedes bajar al móvil! Los felices gentiles, atados a su rueda con cadenas invisibles, brindan por un mañana inexistente. Es más cómodo soñar una ficción encadenada que luchar con denuedo por un fragmento de vida en libertad. El Estado es ya una ficción más, una apariencia de democracia: han dicho abiertamente que su capacidad de legislar no está al margen de su ideología, que la mayoría de las urnas los legitima para tomar cualquier decisión. Y sí, hay gente muy estúpida, que ha vendido su propia libertad por un plato de lentejas.

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    1. Es verdad que se presupone una sociedad democrática y no lo que de verdad tenemos, un simulacro de democracia, pero dudo mucho que la ciudadanía haya votado dejar de funcionar como una democracia. Otra cosa es que consientan por inacción, por pasividad, que les sea arrebatada por quien pensaron debía respetarla. Pero, de cualquier manera, el resultado es el que dices. La falta de conciencia y de compromiso ciudadano provoca la impunidad del gobernante. Como se decía antes, "quien se entretiene en el ocio no se ocupa del negocio", y el hombre "irracional" pide poco para ser feliz. No preocuparse, no pensar, no sentir...Pero, sólo cuando terminen de quitarle lo que tenía empezará a darse cuenta de lo que le falta, y, no creo que la gente, vote a quien vote, le esté cediendo la gestión y administración de su conciencia y de su vida privada...realmente, empiezo a dudar de que una gran mayoría de "ciudadanos" sepa exactamente qué está votando y para qué.

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    2. Debo disculparme por el tono usado en el comentario que hice hace unos días. Creo que es evidente que estaba especialmente cansada de tropezar con la falta de compromiso de mucha gente. Ahora, más serena, reconozco que tienes razón cuando dices que nadie vota dejar de ser tenido en cuenta conscientemente, más bien, sí, entenderán lo que ocurre cuando termine de desmontarse el estado social. A todo gobierno sus votantes le dan algo más que el voto de las urnas, también le dan un "voto de confianza" -demandado sin cesar durante la campaña electoral como único argumento de peso- y necesita un tiempo para retirarlo. Pero El Roto decía el otro día: "Con el paso del tiempo, la gente se acostumbró a vivir en el túnel y dejó de intentar encontrar una salida". El túnel, la caverna, qué más da. Esperemos (terrible verbo) que El Roto se equivoque y que el Tiempo arroje luz y abra los ojos de quienes no quieren ver. Un abrazo para todos.

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