sábado, 7 de junio de 2014

Naciones establo (y III): El mercado global

El ejemplo de la ampliación de la UE hacia el Este analizado en el artículo anterior demuestra hasta qué punto las naciones se ven incapaces de actuar de marco protector de los ciudadanos a los que supuestamente representa. Incluso en un mercado integrado como es la Unión Europea el capital ha conseguido hacer converger las condiciones macroeconómicas que dificultarían la libre circulación de capitales y de mercancías (moneda única, déficit, deuda, inflación, etc.) al mismo tiempo que mantiene las diferencias nacionales en materias tan importantes como la fiscalidad, los mercados laborales y los sistemas de protección social. Obteniendo mayores ventajas con la división que con la unión, es muy difícil que en esta Europa de los mercaderes se avance en una unión política que pudiera corregir los desequilibrios regionales. Una vez conseguida la unión del mercado, el capital sólo requiere del poder político la vigilancia y cuidado del orden establecido. O, como se afirma de manera explícita en sus documentos, que sean meros “guardianes de la competitividad”.

Si salimos del mercado común europeo y pensamos ahora en el mercado global las conclusiones son las mismas, pero las ventajas para el capital son infinitamente mayores, porque mientras que el dinero y las mercancías tienen libertad de movimiento, la mano de obra permanece recluida en un mundo desigual, en un mundo de ricos y pobres, pero tan útil la diferencia en la escala global como lo es en la pequeña escala europea. Mantener estas reservas es fundamental para el capitalismo, pues, de otro modo, como sostiene Immanuel Wallerstein, “la libre circulación de personas socavaría el sistema mundial de costes laborales diferenciados, tan decisivos para maximizar los beneficios a escala mundial”.

Así que los salarios nacionales de los diferentes países no dependen ya solamente de la estructura laboral propia, sino del nivel salarial existente en las regiones en desarrollo en donde las reservas de mano de obra barata no para de crecer. Según un informe del FMI del 2007, la globalización es responsable de la disminución de 7 puntos en los salarios de los países industrializados en los últimos 25 años. Una de las razones, apunta el informe, es que la masa laboral mundial se ha multiplicado por cuatro con la incorporación al mercado de los trabajadores del sudeste asiático, China, India y la Europa del Este. Según previsiones de la ONU, la población en edad de trabajar crecerá aún un 40% más hasta 2050. En su Informe Mundial sobre Salarios 2012/2013, la OIT confirma el aumento del capital en el reparto de la renta al tiempo que disminuye la participación de los salarios, causada, asegura, por el “avance tecnológico, la globalización del comercio, la expansión de los mercados financieros y la declinación en densidad sindical, lo cual ha erosionado el poder de negociación de los trabajadores”. Dicho en lenguaje llano, la libertad de movimiento otorgada al capital y a las mercancías, y negada a la mano de obra, ejerce sobre ésta una presión insostenible que se traduce en el chantaje de la deslocalización si no se accede a reducir salarios y derechos laborales. De nuevo, el experimento europeo aplicado a escala global.

Fig.1: Las deslocalizaciones a escala global
Según el McKinsey Global Institute el mercado planetario de las deslocalizaciones movió en 2010 110 mil millones de dólares, frente a los 30 mil de 2005. Eso supone que 4,1 millones de empleos se realizan en centros deslocalizados. Este fenómeno, que en realidad se traduce en la contratación de mano de obra barata en los países del Tercer Mundo, es un fenómeno imparable, porque, en palabras de Raghuram Rajan, economista jefe del FMI en 2005, “es intrínseco a una economía dinámica”. En una primera oleada de deslocalizaciones el trabajo directamente afectado era trabajo de baja cualificación ligado a los procesos industriales. En el caso de España, África, y especialmente Marruecos, ha sido el área más atractiva para las deslocalizaciones. La cercanía y una mano de obra a 0,87 euros la hora han sido sus principales atractivos. Después de Francia, es España el país que más ha invertido en el área con más de 800 empresas de todos los sectores y tamaños: Mondragón, Indo, Abanderado, Roca, Simón, El Corte Inglés…En 2008 el textil español daba trabajo al 50% de los trabajadores de Marruecos. En la otra cara de la moneda, si en los años 90 el sector empleaba a más de 300.000 trabajadores, en 2013 se contabilizan unos 135.000. En la actualidad, Mango, Inditex y Cortefiel tienen el 90% de su producción localizada fuera de España, en países del Tercer Mundo, fundamentalmente África y Asia. De hecho, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Asia concentra casi el 60% de las inversiones directas extranjeras atraídas por unos costes y unas condiciones laborales rayanas en la esclavitud (fig.1). Además, para incrementar la producción sin aumentar los costes, muchos empresarios utilizan el trabajo a destajo, establecen objetivos de producción excesivos o falsifican el registro de horas trabajadas. En la provincia china de Guangdong las jóvenes hacen 150 horas extras al mes en las fábricas de confección, pero el 60% no tiene contrato de trabajo y el 90% no tiene acceso a la seguridad social. Menos de la mitad de las mujeres empleadas en el sector de la exportación de textiles y de prendas de vestir en Bangladesh tiene contrato de trabajo y la gran mayoría no tiene bajas de maternidad o cobertura sanitaria. Así que los costes laborales de una camiseta fabricada en los países subdesarrollados que se vende a 29 euros en Europa son de 0,18 euros (fig.2).

Fig.2: Desglose de los gastos de una camiseta
El desplome del edificio Rana Plaza en Bangladesh en el que murieron 1.127 personas volvió a recordar al mundo las miserables condiciones en las que se trabaja en los llamados países emergentes, presionados por un mercado global que demanda productos cada vez más baratos. Oxfam internacional había denunciado ya en 2004, en su informe Más por menos. El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizada, cómo, el modelo de negocio preponderante, el just in time delivery (“entrega justo a tiempo”), con sus exigencias de producir siempre “más rápido”, “más flexible” y “más barato” había facilitado la aparición de empresas e intermediarios subcontratados entre las multinacionales y las cadenas de suministro. El distanciamiento geográfico y  administrativo entre los centros de decisión y el lugar de fabricación explican un contexto global donde las responsabilidades se diluyen y el rendimiento de cuentas se dificulta. Y es lo que ha pasado en el accidente de Bangladesh. Ninguna de las grandes marcas para las que se trabajaba confeccionando o empaquetando ropa, Inditex, El Corte Inglés, Walmart, H&M, Benetton, Le Bon Marché o Primark, quería asumir ningún tipo de responsabilidad en el accidente, aunque la presión internacional sí ha logrado que se firme el Acuerdo Bangladesh para que se aumenten las inspecciones a los talleres e indemnizar a las víctimas mediante un Fondo de Compensación recaudado entre las multinacionales. Las protestas en Bangladesh, y en otros lugares como en Camboya, o incluso en China para reclamar mejoras laborales y aumentos de salarios están provocando que el capital empiece a mirar hacia otras reservas de mano de obra. H&M, por ejemplo, ha anunciado que empezará a surtirse en África subsahariana, en fábricas de Etiopía y Kenia.

Fig.3: Tasa de emigrantes altamente cualificados
en países de la OCDE
Pero los mecanismos transnacionales de dominación y explotación de la mano de obra a escala global no se detienen en la búsqueda constante de estos ejércitos de reserva, sino que reclama y atrae a la mano de obra cualificada. Para este tipo de mano de obra sí existe una cierta libertad de movimientos, y cuanto más cualificada, más libre. No hay que olvidar que en el capitalismo esta mano de obra es, ante todo, “capital humano”. Formado en cualquier parte del mundo, pero igualmente disponible para el sistema, este tipo de mano de obra sí es bien acogida en los países desarrollados (fig.3). El subdesarrollo es por tanto un producto del desarrollo, y a través de la migración internacional de la mano de obra cualificada se perpetúan y se refuerzan las desigualdades entre las regiones, entre el Centro y su Periferia. Según un informe de la UNESCO, en los países de la OCDE, el número de inmigrantes altamente calificados casi se duplicó en la última década, pasando de 12 a 20 millones de personas. Seis de cada diez migrantes muy calificados residentes en países de la OCDE en 2000 procedían de países en desarrollo. Calcular la fuga de cerebros como una proporción del total de la fuerza laboral educada ilustra muy bien las presiones ejercidas sobre el mercado laboral local. La tasa está entre el 33% y el 55% en Angola, Burundi, Ghana, Kenya, Mauricio, Mozambique, Sierra Leona, Uganda y Tanzania. La proporción es aún mayor, en torno a un 60%, en Guyana, Haiti, Fiji, Jamaica y Trinidad y Tabago. Y cuanto más se invierte en educación y más aumenta la masa laboral cualificada mayor es la fuga de cerebros. En 2008 en algunos países del Caribe la tasa superaba el 80%. Traducido a hechos cotidianos, puede suponer que, por ejemplo, desde 1990 20.000 médicos, profesores universitarios, ingenieros y otros profesionales hayan emigrado anualmente de países africanos a países industrializados, o que Ghana perdiera ya hasta ese año el 60% de sus médicos.

Existe, por tanto, un mercado dual organizado a escala planetaria en el que un sector primario de uso intensivo de capital tiende a concentrarse en los países desarrollados, mientras que el sector secundario de uso intensivo de mano de obra ha quedado relegado a los países en desarrollo. Si en el primer caso el sistema necesita el traslado de la mano de obra calificada desde los centros de formación hacia los centros de producción; en el segundo caso el sistema necesita que la mano de obra no cualificada se mantenga retenida en los centros de producción. De esa manera, y una vez conseguida la libertad de movimientos de capitales y mercancías, mientras se impide la circulación del trabajador hacia las economías desarrolladas (con mercados protegidos), sí circula el producto de su trabajo, conseguido con salarios y jornadas de explotación hacia los centros de consumo donde se venderán a precios mucho más altos y con unos márgenes de beneficios desorbitantes, mientras los trabajadores apenas consiguen salir de la pobreza.

Fig.4: Empleos perdidos por deslocalización en España
2000-2007
Siendo cierto todo lo anterior, desde el cambio de milenio, y gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, estamos asistiendo a una segunda fase en el fenómeno de las deslocalizaciones que necesita también de los cerebros que se queden retenidos en sus lugares de origen. Las deslocalizaciones de BPO, o de Gestión de Procesos de Negocio (por sus siglas en inglés, Business Process Outsourcing) afectan a los servicios de contratación de personal, contabilidad, call centers o teleoperadores, asesoría jurídica o informática, diseño, contabilidad, trámites y gestión de datos, etc. Para los países anglosajones India es el paraíso de los teleoperadores. Allí, un teleoperador especializado en informática puede cobrar unos 4.100 euros al año, mientras que en el Reino Unido cobra 18.700. En Estados Unidos el 23% de los empleos del sector informático está subcontratado en países emergentes. Para España América Latina es el paraíso de los call centers. Aunque aprovechando la crisis y el consiguiente desplome de los costes laborales muchas empresas están relocalizando en España, Telefónica, Jazztel, Orange o Vodafone, siguen teniendo gran parte de sus servicios de venta o de asistencia al cliente subcontratados a empresas de teleoperadores de Argentina, Chile o Colombia. Si unimos esta segunda fase de deslocalizaciones a la primera, resulta que en España las deslocalizaciones han aumentado considerablemente desde el año 2000. Sólo en los 5 años siguientes al cambio de milenio se realizaron 240 operaciones. Y si prolongamos el periodo hasta 2007, se han perdido anualmente unos 8.000 puestos de trabajo, aunque el pico se dio en 2006 con la pérdida de 15.000 empleos (fig.4).


Así que la globalización ha obligado a las naciones a renunciar a su soberanía económica, y está obligando a los gobiernos a desmantelar los mecanismos de protección de sus ciudadanos. Un mercado laboral regulado y protegido contra la explotación ahuyenta el capital. Y para atraerlo, las naciones-establo han iniciado una carrera hacia los mínimos, rebajando salarios y estableciendo una regulación fiscal tan laxa que le permite al dinero entrar con la misma facilidad con la que le permite marcharse. El Estado-nación ha quedado así obsoleto, ha sido sobrepasado por el capitalismo y está tan debilitado que ya sólo se limita a controlar y adecuar los flujos de mano de obra a las necesidades del mercado global. Y el mercado necesita reservas de mano de obra, retenida, recluida en los límites de la nación establo, tan explotable como pobre e inmóvil se mantenga. La circulación de bienes sustituye a la circulación de personas, y la libertad de movimientos del capital es suficiente para obligar a los trabajadores a aceptar recortar salarios y derechos laborales con el fin de mantener sus empleos y evitar que la empresa se vaya a otra parte. Las fronteras, las vallas, vestigios del Estado-nación, en realidad no sirven para defendernos de ninguna invasión, sino para mantenernos a buen recaudo, listos y dispuestos a la explotación. Imaginemos, como propone Joseph Stiglitz, un mundo al revés, un mundo en donde la mano de obra pudiese circular libremente pero no el capital. Los países competirían para atraer trabajadores. Prometerían buenos sueldos, buenos colegios para sus hijos, seguros médicos, menos impuestos al trabajo y más a las rentas del capital con los que se financiarían los servicios públicos…Pero, concluye Stiglitz, “ese no es el mundo en que vivimos, y en parte se debe a que el 1 por ciento no quiere que sea así”.

7 comentarios:

  1. Mugras gracias por sus artículos. En estos momentos de información-desinformación a partes iguales es de agradecer su punto de vista, muy enriquecedor. Me gustaría plantearle una sugerencia, ¿diferencias entre una monarquía parlamentaria y una república y los cambios profundos que supondría dicho cambio de gobierno? Creo que el debate se está centrando en si monarquía sí o monarquía no, evitando una reflexión madura de todo lo que ello implicaría. Muchas gracias, un cordial saludo.

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    1. Gracias a ti por tu comentario. La sugerencia que planteas hubiera tenido más sentido recogerla años atrás, yo diría que muchos años atrás. Porque no creo que la elección de un modelo de Estado u otro pueda suponer hoy, como dices, "cambios profundos" en al sociedad. Sería un debate interesante, pero no pasaría del plano simbólico. Porque, como has podido comprobar en esta serie de artículos dedicados a las naciones establo, lo que sí tiene repercusión directa sobre la vida de la gente son las ideologías y las políticas que se toman de acuerdo con ellas. Y hoy esas políticas tienen que ver menos con las situaciones domésticas que con las instituciones supranacionales en las que estamos incluidos, o en otras que nos afectan directamente debido a la globalización. En la actualidad, en las monarquías parlamentarias el monarca ha alcanzado el grado máximo de institucionalización y despersonalización, por lo que no es más que una idea, un símbolo. Nada tienen que ver estas monarquías con las del siglo XIX en donde los reyes sí tenían poderes ejecutivos. Es verdad, que una República está más acorde con el progreso de la historia y de las ideas, y no cabe duda de que es más democrático que tener por jefe del Estado a un símbolo hereditario por muy antiguo o inocuo que sea. Pero a igual que la Monarquía no garantiza nada, tampoco lo hace la República, a menos que se dote al presidente de la República del poder ejecutivo; y aún así, Francia como República, tiene las manos tan atadas por las políticas de la UE como la monarquía de España. En el contexto de la globalización y del poder absoluto del capitalismo financiero, ambos pueden ser, como la misma democracia, tan solo una ilusión.

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  2. http://blogs.publico.es/dominiopublico/10778/el-mito-de-las-clases-medias/
    Artículo breve que reflexiona acerca de la clase media y clase trabajadora

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    1. Gracias por el enlace. Yo también hice hace tiempo (9 de mayo de 2012) una reflexión sobre la clase media y el engaño de la meritocracia como soporte y mecanismo de defensa del capitalismo. El artículo, forma parte de una serie que reflexiona a su vez sobre la posibilidad de que en nuestras democracias actuales estalle una revolución como las de antaño.
      http://utopiadejuancarmona.blogspot.com.es/2012/05/mecanismo-3-y-ultimo-clase-media.html

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  3. Acabo de leer un libro titulado CHAVs, Owen Jones, que describe el declive de la clase trabajadora británica en los útlimos 30 años por las políticas desindustrializadoras, la reducción de los servicios públicos y la complicida del nuevo laborismo de Tony Blair con las políticas pseudoliberales. Mucho de sus descripciones y acciones políticas son calcadas a las que se están siguiendo en España, cuando aquí no hemos tenido ni de lejos las políticas sociales del Reino Unido.

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  4. Espero que no haya perdido las ganas de escribir en el blog. Sus artículos me parecen magníficos, bien aunque imagino como pasa tantas veces para una inmensa minoría. Yo, que soy poco hábil de escritura, le envío todo mi apoyo y ánimo para que continúe con esta difícil labor que es iluminar y hacer reflexionar al que está al otro lado de la pantalla... Muchísimas gracias por estos dos años y por los siguientes, saludos.

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    1. Muchas gracias a ti por tu comentario.

      Supongo que, como debía ocurrirle a Don Quijote, en algunos momentos de lucidez (aunque nunca la perdió del todo) se percataba de que estaba luchando contra molinos y no contra gigantes y entonces se retiraba a reflexionar. Pero en estos días los límites entre la lucidez y la locura son más imprecisos que nunca, y puede que abandonar la lucha sea más imprudente que mantenerla, a pesar de todos los contratiempos. Y es verdad que quizá esa pausa reflexiva dure ya demasiado tiempo. Pero seguro que, gracias a tus palabras de aliento, el descanso de Don Quijote se termine pronto.

      Un saludo

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