Supongamos que un atracador nos sale
al paso y nos encañona con su pistola. “La bolsa o la vida”. El atracador está
un poco nervioso, sólo le vemos los ojos porque lleva un pañuelo puesto, a la
antigua usanza, pero se le ve que quiere acabar pronto. Como somos unos
imprudentes, en vez de obedecer, nos ponemos a pensar. “¿Por qué tengo que
obedecerle? Porque lleva una pistola, y la pistola es poder, vale; pero ¿tiene derecho a robarme?, ¿estoy yo
en la obligación de darle mi dinero? Claramente
no, pues, “si hay que obedecer por
fuerza, no hay que obedecer por deber”, de modo que en cuanto desaparezca
la fuerza, desaparece la obligación de obedecer. De esa manera tan ilustrativa pretendía Rousseau explicar a sus lectores que la fuerza no implica derecho,
y que sólo se está obligado a obedecer a
los poderes legítimos, esto es, delegados y consentidos. Así, por más que
nos amenacen con una pistola, no estamos obligados a obedecer, pero, si un policía
nacional uniformado nos pide amablemente el carnet de identidad sí lo estamos,
porque reconocemos en él a la fuerza pública, legítima, porque forma parte del
gobierno que ha sido elegido por todos los ciudadanos.
Bien, ahora, sigamos imaginando,
quitémosle el pañuelo al ladrón, vistámosle con un traje elegante, y, por último,
le quitamos también la pistola pero en su lugar ponemos una ley. Sigue siendo
un ladrón, sigue siendo un atraco, pero el problema es que ahora la fuerza está
camuflada por el poder coactivo de una ley que, en principio, nos obliga a vaciarnos
los bolsillos. No es difícil imaginar a estas alturas por dónde va la
argumentación, pero es necesario probar que esto es justo lo que está pasando
desde septiembre de 2011. El gobierno,
el anterior, este, los que vengan, han dejado de ser legítimos porque han
usurpado la Soberanía Nacional, han
traicionando el Pacto Social con la reforma del artículo 135 de la Constitución
y, armados con la ley de Estabilidad Presupuestaria aprobada en abril de 2012,
están perpetrando el mayor y más impune atraco al pueblo español de toda
nuestra democracia. Aunque sus efectos los estamos viendo ahora. Cataluña
no puede afrontar el pago de más de 400 millones de euros a escuelas,
hospitales y centros asistenciales concertados porque el dinero disponible ha
ido a pagar la deuda de los bancos, que es prioritaria; y Andalucía advierte
que de seguir reduciendo el gasto público como se le exige por ley tendrá que
cerrar 19 hospitales, o 2.000 colegios, o despedir a 60 mil empleados públicos.
Pero, vayamos por partes.
Una Constitución no es otra cosa que
la formulación explícita del Pacto Social. Porque ningún gobierno existe antes
de ese pacto. Como afirma Thomas Paine,
“la Constitución de un país no es el acto
de su gobierno, sino del pueblo que constituye un gobierno”. Los gobiernos
surgen siempre a partir del pueblo,
al menos en democracia, en las dictaduras el gobierno se impone sobre el pueblo. Por eso tenemos que distinguir siempre entre poder constituyente y
poder constituido. El pueblo encomienda la elaboración de una Constitución
a una asamblea constituyente. Una vez formalizada, el pueblo la ratifica, o no,
en referéndum, porque sólo bajo las condiciones por él aprobadas consiente en
delegar su soberanía a un gobierno. La
Constitución es así la expresión de la voluntad del pueblo. A continuación,
la asamblea constituyente se disuelve para elegir ya al gobierno, o al partido
que ha de formarlo; este es de desde ahora el poder constituido. Este es el
procedimiento por el que se aprobó la Constitución del 78 y se eligió el primer
gobierno de la democracia. En principio, el poder constituido, el gobierno, no
tiene derecho a modificar unilateralmente las condiciones del contrato por las
que fue elegido, a no ser, que la propia Constitución establezca los criterios
para su modificación, como es nuestro caso. Amparándose en el Título X de la
Constitución el PSOE emprendió la reforma
del artículo 135 que fue aprobada en septiembre de 2011 sólo con sus votos
y con los del PP, al margen del resto de partidos y despreciando al pueblo
español. El apartado 1 del artículo reformado consagra el principio de “estabilidad presupuestaria”
(déficit 0 a partir de 2020) para todas las administraciones públicas, y el apartado 3 dice que “los créditos para satisfacer los intereses y
el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre
incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de
prioridad absoluta”. Está claro. Se antepone el pago de la deuda a los
bancos antes que invertir o mejorar los servicios públicos. El gobierno cogió
lápiz y papel, y la Banca dictó el texto. No obstante, el artículo 167.3
establece la posibilidad de someter cualquier reforma de la Constitución a
referéndum siempre que lo proponga una décima parte de los miembros de
cualquiera de las dos cámaras. No pudo hacerse. La mayoría aplastante de PP-PSOE
lo impedía. Y el artículo 168 obliga a la consulta popular siempre que se
reforme total o parcialmente los artículos que afectan a los derechos
fundamentales y a las libertades políticas. Aquí se encuentran, por ejemplo, el
derecho a la igualdad de oportunidades (art. 23.2), y el derecho a la educación
(art. 27). ¿Los recortes buscando el despiadado déficit 0 no están afectando a
los derechos constitucionales de los españoles? Es cierto que no se ha
modificado ni una sola letra de estos artículos. Pero también es cierto que la
práctica los ha dejado en papel mojado. En cualquier caso, ¿hubiera aceptado el
pueblo español introducir en la Constitución la prevalencia de los bancos sobre
las personas?, ¿habría alguien tan estúpido
como para encomendar a los futuros gobiernos el deber de desmantelar el Estado
del Bienestar para entregar el dinero así ahorrado a los bancos? Si la
respuesta, como es previsible, es no, está claro que desde esta reforma se ha
usurpado la soberanía nacional, se ha roto el pacto social y se ha traicionado
la voluntad popular para instaurar un gobierno sobre el pueblo y contra
el pueblo.
Ya tenemos al ladrón. Ahora sólo hay
que armarlo. La Ley de Estabilidad Presupuestaria
aprobada en el Congreso en abril de 2012 es el instrumento por el que se
institucionaliza el expolio al pueblo español. La ley desarrolla y amplia el
artículo 135 de la Constitución. Bástenos, entonces, un breve repaso por los
puntos más importantes. El art.3.2 especifica que “se entenderá por estabilidad presupuestaria de las Administraciones
Públicas la situación de equilibrio o superávit estructural”. Es decir, el
Estado entendido como negocio que sólo debe obtener beneficio, y las personas,
debemos contribuir a este beneficio recortando nuestros derechos y las
prestaciones que recibimos. El art.7.2 dice que “la gestión de los recursos públicos estará orientada por la eficacia,
la eficiencia, la economía y la calidad, a cuyo fin se aplicarán políticas de
racionalización del gasto y de mejora de la gestión del sector público”,
dicho claramente, recortes, ajustes y privatizaciones para ahorrar, que es lo
que importa. Y el Estado se entiende como intermediario para que los bancos
hagan negocio porque, como establece el art.12.5, “los ingresos que se obtengan por encima de lo previsto [vía impuestos]
se destinarán íntegramente a reducir el nivel de deuda pública”. El art.14,
como ya establecía la Constitución, deja claro que “el pago de los intereses y el
capital de la deuda pública de las Administraciones Públicas gozará de
prioridad absoluta frente a cualquier otro gasto". En los artículos, 11, 13, y en la
Disposición Transitoria Primera, se establece como meta del déficit estructural
el 0,4% del PIB nacional a conseguir en 2020, para lo cual hay que reducirlo a
un ritmo aproximado del 0,8 al año, con revisiones parciales para ajustar
objetivos en 2015 y 2018.
Es un auténtico atraco. Pero, además,
la ley es un atentado a nuestra inteligencia, porque es de una hipocresía
insultante. En el preámbulo que pretende justificar la ley se dice: “La estabilidad presupuestaria, consagrada
constitucionalmente, es base para impulsar el crecimiento y la creación de
empleo en la economía española, para
garantizar el bienestar de los ciudadanos, crear oportunidades a los emprendedores y ofrecer una perspectiva de
futuro más próspera, justa y solidaria. La salvaguardia de la estabilidad
presupuestaria es un instrumento indispensable para lograr este objetivo, tanto
para garantizar la financiación adecuada del sector público y los servicios
públicos de calidad sobre los que descansa el sistema de bienestar, como para ofrecer seguridad a los inversores
respecto a la capacidad de la economía española para crecer y atender nuestros
compromisos”. Pero, si hay que seguir recortando de aquí al 2020, y luego
no hay que gastar un euro más de lo que se ingresa, y si todo lo que se ingresa de
más es para los bancos, y si cuando hay ingresos hay que pagar primero las
deudas, ¿cuándo se va a recuperar el Estado del Bienestar?, ¿cuándo vamos a
tener, de nuevo, servicios públicos de calidad? ¿Cuándo vamos a tener con esta
ley un futuro más próspero, justo y solidario? Nunca, mientras exista. Porque más
bien consigue lo contrario. Robarnos el futuro, y hacer una sociedad más
injusta e insolidaria. Los últimos desplantes de algunas comunidades al
contable Montoro en el último Consejo de Política Fiscal, y los problemas de Cataluña
y las advertencias de Andalucía son sólo una muestra de esa toma de conciencia
del horizonte que nos espera. Los verdaderos objetivos de la ley son crear oportunidades a los emprendedores, al
sector privado reduciendo el sector público; y ofrecer seguridad a los inversores, diciéndoles que, por ley, este
gobierno, cualquiera, se va a ocupar antes de sus ganancias que sus ciudadanos.
En las manifestaciones suele
gritarse una consigna: “Manos arriba. Esto es un atraco”. No sé si los
manifestantes saben hasta qué punto están en lo cierto. Pero, eso es lo que
diría el atracador. No debemos adoptar su punto de vista, sino el verdadero, el
nuestro, el de los atracados, y pensar, como en el caso planteado por Rousseau: ¿Tenemos que obedecer, tiene
derecho el gobierno a perpetrar este atraco? ¿Es legítimo el gobierno que ha
roto el pacto social y se ha apropiado de la voluntad del pueblo alterando a su
gusto nuestra Constitución y aprobado un ley a la medida del negocio bancario?
¿Tenemos la obligación de obedecer a un gobierno que actúa en realidad de
intermediario del negocio de la especulación financiera? Así, quizá, cuando
tengamos clara la respuesta, sepamos qué hacer. La fuerza, dice el divino Rousseau, hizo los primeros esclavos, su cobardía los ha perpetuado.
Impecable, Juan. La reforma de la Constitución puso la soga en el cuello de la clase media española, a la que fue fácil engañar con absurdas promesas, debido a la atrofia de su raciocinio. Cada día más se hace necesario hacerla despertar. Hay quien no ha oído hablar de la reforma de la constitución ni imagina cuánto le puede afectar. Además, el soniquete de la vía única se repite cada día para hacernos creer que no hay más remedio. Son necesarios artículos como el tuyo para generar el punto de vista que ha estado silenciado. Impecable. Con tu permiso, lo comparto.
ResponderEliminarLo tienes, tienes el permiso, aunque no lo necesitabas. En este caso, como en tantos otros, la desinformación es poder. La gente no sabe que le han robado el futuro porque ni siquiera entiende el presente, muchos incluso ni lo pretenden. No leen, no quieren saber... Y, mientras, como sabes, las cadenas invisibles de la esclavitud se van cerrando sobre su conciencia hasta hacerles perder el deseo de quitárselas de encima. Hay que seguir zarandeándolo para que despierte y sienta el peso que le oprime.
Eliminar¿Y para esto la gente no pide firmas? ¿No se puede denunciar donde sea? ¿No nos puede gobernar Alemania o Francia o China de una maldita vez?
ResponderEliminarClaro que se puede, pero hace falta un mínimo de medio millón de firmas para que el gobierno tome en consideración cualquier iniciativa popular. Pero no sé si es el camino, aunque no estaría mal, y no es excluyente de otras medidas de presión, porque realmente nos jugamos mucho, demasiado; el futuro de varias generaciones de españoles, a los que, si no hacemos nada, les dejaremos una democracia rendida, sometida a los pies del poder financiero.
EliminarDe nuevo gratamente sorprendida por esta excepcional entrada. Felicidades, se puede decir mal alto pero mas claro, imposible. Estamos empantanados con la globalización, pura ideologia fascista y depredadora de los derechos de los trabajadores y ciudadanos en general. Están acabando con todo, lo quieren todo y no sé como podemos impedírselo. http://geometriadeinvierno.blogspot.com.es/ http://www.avaaz.org/es/petition/La_adopcion_internacional_de_la_tasa_Tobin/?cgPPZbb
ResponderEliminarVolveré. Un saludo.
Muchas gracias, por el comentario y por los enlaces. Siempre la toma de conciencia es previa a la acción. Pero, es verdad que, si tardamos mucho en despertar del letargo podría ser ya demasiado tarde.
Eliminarcreo que la solucion esta en el pueblo cuando se les hinche las narices beremos a ver como se calma esto.
ResponderEliminarLa gente prudente sabe que es más fácil crear problemas que acabar con ellos. Y este gobierno no se caracteriza precisamente por la prudencia, ni por madurar sus decisiones ni sus expresiones. De modo que se puede poner aquí lo que ya dijo Larra,que, como sucede con todos los clásicos, es de una actualidad asombrosa:"Las revueltas, por malas que parezcan, son naturales, como es malo, pero natural, que un río atajado por diques, inferiores a él, se salga irritado de su madre e inunde la campiña que debiera fertilizar mansamente. Quien pudo dar salida conveniente a ese río no lo supo hacer, y cuando llega la avenida se queja del río. Quéjese de su torpeza, que no calculó antes de poner los diques la fuerza que el agua traería.El Gobierno no supo a tiempo contener a los pueblos y dar salida legal a su justo enojo; y su sucesor que heredó la culpa, se queja, ¿de qué? ¡De que los pueblos no son de cartón, como uno y otro creyeron!(…) Los desórdenes del pueblo son naturales y justos cuando el Gobierno no los puede contener, o son culpa del Gobierno cuando puede y no sabe o no quiere". Dios nos asista,abril de 1836.
Eliminarya hace años de esto, fue con la entrada de Felipe Gonzalez en el gobierno, venía con unas ideas muy populares que quedaron en agua de borrajas, entonces, mi padre (termino lo que en su época eran llamados estudios primarios)me explico:
ResponderEliminarDa igual rojos que azules, tanto el PP como el PSOE están endeudados con los bancos hasta las cejas, nunca irán contra ellos por miedo a que les ejecuten sus préstamos. Da igual el color, el que manda en España es el gran capital, la BANCA.
Muy bueno tu block
Ya lo dijo Lenin en 1917: "El Capital, al dominar esta envoltura (la democracia), que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar ese poder”. Lo lamentable es que siga teniendo razón.
EliminarACTUALIZACIÓN
ResponderEliminarEstá pasando. La esclavitud por deudas ya está aquí. A esto obliga la Constitución robada al pueblo y la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Los beneficios de los bancos antes que las necesidades de las personas.
Barcelona 29 de agosto de 2012
Cataluña ha pedido al Fondo de Liquidez Autonómico un “rescate” de 5.023 millones de euros, pero, según las normas el propio Fondo, el dinero es sólo para atender los vencimientos de deuda pública, de manera que, en palabras de Francesc Homs, portavoz del gobierno catalán, las dificultades para hacer frente al pago de los conciertos con hospitales, escuelas, residencias, entidades sociales, centros de menores tutelados y talleres ocupacionales, perdurarán.
Muy interesante y esclarecedor artículo. No obstante, en sí misma, la proclama "no gastar más de lo que se ingresa" es absolutamente lógica y necesaria. El problema es la enorme tajada que se lleva la banca y demás bandada de buitres financieros en concepto de intereses y otros réditos especulativos, conceptos heredados directamente del vasallaje y diezmos de la Edad Media. Por ahí es por donde se va el dinero, en dirección a paraísos fiscales en donde sostienen los lujos fastuosos de unos pocos "afortunados".
ResponderEliminarPero no nos engañemos: son pocos los que están arriba, pero son muchos los que no lo están pero no imaginan otra salida a su precaria situación que convertirse en uno de los "afortunados", en vez de cambiar la situación para todos.
Tenemos muchísimo que mejorar como sociedad: educación, concienciación y humanización.
Y seamos sinceros: con la que está cayendo, el hecho de que a las manifestaciones contra los recortes y políticas que se describen en el artículo vayan 6000 personas, es que la sociedad no está madura ni preparada para cambiar nada.
Tienes mucha razón, y hay que concedértela allí donde la tienes. Sin entrar a valorar las cifras de los manifestantes que muestran en público su malestar contra los recortes, es cierto que son muy pocos, y siempre serán, o me parecerán demasiado pocos los que se oponen a la expropiación de su futuro, cifrado en ingresos, en derechos y en protección social. El atraco no está recibiendo una respuesta proporcionada por parte de quien lo sufre, es cierto. Puede ser porque espera algún día, ingenuamente, formar parte, como dices, de esos escasos "afortunados", o puede ser simplemente porque aún no ha tomado conciencia de la magnitud y el alcance del robo al que está siendo sometido. Y no sabe que el atracador ha echado al saco la misma democracia en la que aún cree. Y no sé si también, ya a estas alturas, ingenuamente.
EliminarDicho esto, tengo que disentir de lo que dices al principio del comentario. "No gastar más de lo que se ingresa" puede parecer lo más razonable y lógico. Y en esta lógica aparente basa su fuerza esta consigna, que, como otras muchas ("hemos vivido por encima de nuestras posibilidades")se han instalado últimamente en nuestra conciencia como una letanía machacona que debemos aceptar como un dogma de fe: sin cuestionar, sin analizar. No hace mucho, dos profesores de la Universidad Complutense de Madrid y uno de la Universidad Rey Juan Carlos escribieron un artículo titulado "La ocupación del lenguaje", y sacaban a colación precisamente esta misma consigna como ejemplo de la propagación por parte del pensamiento liberal de conceptos simplistas, de apariencia incuestionable que, "por su simpleza... y su apariencia no ideológica, tales expresiones consiguen adhesión". Sin embargo, carecen del sentido y de la lógica de la que alardean. Para empezar, y se ha dicho muchas veces, el sistema capitalista, la sociedad de consumo, se basa en el crédito y en la deuda. Precisamente en gastar lo que no tengo. Lo que no tengo "hoy", pero tendré, "mañana o pasado mañana", aunque tenga que pagar "un poco más" por la "demora". De manera que el problema no está en gastar lo que no se tiene, esa es la esencia de este sistema, sino en los intereses y en los plazos. Y, aunque utilizamos la economía doméstica para hacer didáctica macroeconómica, el paralelismo no siempre es muy acertado. Una familia, por lo general, al mes, no gasta más de lo que ingresa, aunque el total de su deuda supere con creces lo que gana al año. En los estados, el tratado de Maastricht establecía un 3% de déficit anual para entrar en la moneda única. desde el año 98 prácticamente todos los países que forman parte del euro tenían déficit en torno al -3%, fluctuando por encima y por debajo. Sí, es un déficit razonable. Pero, ¿no es esto gastar más de lo que se ingresa? Salvo dos años (2000 y 2007) Alemania siempre ha gastado más de lo que ingresa. ¿Está en crisis?