“Aprovechemos, Sancho, este viaje
para hablar un poco de las cosas que pasan en el mundo…” “Sí, porque hablando
se entiende la gente”. “Y se aprende, Sancho, y se aprende. De la opinión y
visión del mundo de un gran adversario se puede aprender mucho. Basta con ser
un poco humilde y admitir que el otro puede tener razón…” “Porque dos personas
no discuten si uno no quiere” “Error, Sancho, gran error, porque con la
discusión se obliga uno a discurrir sobre lo propio y lo ajeno, a pulir
argumentos, desmontar los contrarios, salvar obstáculos, ponerlos…Ah, Sancho,
¡cómo lo echo de menos!” “¿Para qué me tiene a mí vuesa merced? Póngame usted a
prueba, verá como no tengo la cabeza tan hueca como parece.” “Mi querido Sancho,
casi siempre las cosas son lo que parecen, pero podemos probar, no digo que no.
No pocas veces la mayor dificultad estriba en intentar meter un gran
razonamiento en una cabeza pequeña”.”Como habrá visto bien vuesa merced, no es
precisamente muy pequeña…¡y digo más, cuántos veces habré oído a mi Teresina
llamarme cacho cabezón!” “Ya. Sí que va a ser un gran reto, sí”. “¿Y de qué
podemos hablar?” “Uy, Sancho, mira a tu alrededor. Algo verás, subido en tu
Rucio, aunque menos que yo, a buen seguro, que desde mi Rocinante tengo una
visión de más amplios horizontes que los tuyos. Veremos, si yo desde aquí puedo
hacerte bajar del burro”. “Si quiere me bajo ya”. “¡Ay, Dios…! Mira, mejor lo
hacemos al revés. Como tú desde ahí abajo ves mal y entiendes peor, me
preguntas a mí, pues respuestas no me faltarán, que para algo han de servir los
encuadernados”. “Vale. Economía. ¿Qué es ello?”. “¿Ello? Ello es lo que yo te
diga”. “¿Y?” “¿Cómo, ya dudas?” “No” “Ya vamos bien. Sancho, ¿qué te parecen
las instituciones?" "¿Eso qué es, son como los molinos?".
"Lo mismito. ¿Te ofrecen seguridad los molinos, tranquilidad, protección
tal vez?". "No lo sé, don Alonso, ¿Para dónde van las tijeras?"
"Giran hacia la derecha cortando a su izquierda". "¿Entonces
para dónde voy?". “Bueno, parece que aún de economía sabes poco…” ”¡Ah, ya
caigo, ¿se refiere usted a lo de izquierda y derecha?” “Casi, aunque la gente
anda con eso muy confundida. Me refiero a Arriba y Abajo. ¿Tú sabes, Sancho,
dónde estás? Pero, piensa con la cabeza y no con la panza, ¿o era al revés? Bueno. Veamos un caso práctico. A ver, Sancho,
si tienes dos caminos igual de buenos, pero en uno te hacen pagar y en otro no,
¿cuál escogerías?" "Vaya tontería, el de no pagar". "Pero
como yo lo que quiero es que la gente vaya por el de pago, ¿qué podríamos
hacer?" "¿Llenar de piedras y de agujeros el otro?" "¡Ahí
le has dao!" "¿Pero eso no es hacer trampa?" "No, son
reformas, reformas estructurales". "Entonces, ¿obligamos a la gente a
pagar por su seguridad?". "Claro. ¿No te has dado cuenta de que ese
es el mejor negocio de todos? Piensa, Sancho, ¿cuánto vale tu vida? ¿No
estarías dispuesto a pagar lo que fuera por ella, en caminos, en medicinas,
incluso en tu educación, para ser alguien en el futuro?” "¿Pero...y si no
tengo posibles?". "Entonces tu vida, Sancho, no vale nada". “¡Diantre!...
"¿Qué es eso de la educación?" "Buena pregunta y ardua
respuesta. Veamos, como la infancia y la adolescencia es la edad en la que más
errores se cometen debido a la inmadurez intrínseca de los susodichos, yo diría
que la labor del maestro es ayudarles a madurar y a superar y enmendar sus
errores". "¿Entonces, hay que darles oportunidades o
quitárselas"? "Si preguntas eso Sancho, es que no sabes nada de
educación y mejor hablamos de otra cosa".
"Don Alonso, ¿somos
patriotas?" “Hasta la médula, Sancho, hasta la médula. ¿Por qué lo
preguntas?" "Es que como veo tanto trapo bicolor, siento un poco de
envidia". "No tengas apuro Sancho, que, aunque es un símbolo que adorna mucho, hoy los
gobernadores viven allende los Pirineos. Más apropiado sería, creo yo, no tanto vestirnos con aquestos colores, como encadenarnos con aquellas estrellas". "¿Para qué sirven los símbolos?" "En estos tiempos, para tener algo en qué pensar y mucho de qué distraer". “Lo digo porque no sé cómo me han de caer los forasteros que acá viven”.
“Ciertamente, no corren buenos tiempos para los forasteros…” “¿Pero,… son
personas?” “No me líes, que ya te veo venir. Pues depende, Sancho, depende. Eso
de ser persona o no serlo, y todo aquello que en siéndolo o no siéndolo puede
sustanciarse es algo que nosotros damos o quitamos". "¿Y de qué
depende?". "¿No lo ves? Del uso, Sancho, del uso que le demos al forastero,
aunque siempre es útil. Unas veces para trabajar y cobrar poco, pongo por caso,
y otras para explicarte por qué tú no trabajas ni tienes qué llevarte a la
boca”. “No parece muy justo”. “¡Ah, Sancho, tienes un sentido muy primitivo de
la justicia! ¡Tienes que adaptarte a los tiempos! Hoy hay que hablar de lo que
conviene o no”. “No le capto”. “Mira, Sancho, el forastero piensa, habla,
cree...incluso cree, que, como tú y como yo, tiene derecho a utilizar este
camino, esa posada o aquel hospicio ". "¡Será iluso!" "No.
Ahí te equivocas, infiel, lo que pasa es que muchos de ellos son infieles!".
“¿Infieles? ¿Pero no se acabó ya la Reconquista?” “Parece que no. El caso es
que no conviene que hablen, o, mejor aún, que tú hables con ellos”. “¿Por qué?”
“Porque eres débil de mollera y podrían convencerte de que no son lo que
parecen, o lo que conviene que creas tú qué parecen”. “Mmmm…ya. ¿Y a nuestra
Santa Madre Iglesia, qué le parece todo esto?” “¿La Iglesia? Tiempos extraños
son estos, mi buen amigo Sancho, yo diría que las iglesias y las mezquitas se
llevan mejor que nunca. Está la Iglesia empeñada en otras cruzadas, en otros,
cómo lo diría, mmm… nefandos menesteres”. “¿Nefandos menesteres?” “Sí, déjalo,
no te conviene saber más, llevas demasiado tiempo subido a tu Rucio y no lo
entenderías”.
“Don Alonso, tenemos que hacer una
paradita, que requiero aliviar el vientre” “A eso se le llama sanear tus
balances para sacar fuera los activos tóxicos”. “No, si yo sólo quiero cagar,
que si no luego no me entra nada”. “¡Y eso, es el círculo vicioso de nuestra
economía!” “¡Ja, mire vuesa merced qué grande es mi círculo vicioso!” “Sancho,
eres un friki”.
Hola, soy Jesús Martín, coordinador de la revista Utopía (revista-utopia.blogspot.com). Me he encontrado con su blog por casualidad y la verdad es que dices cosas muy interesantes. Si alguna vez estuvieras interesado en participar en nuestra revista está usted invitado (correo electrónico: martinostios@hotmail.com). Un saludo.
ResponderEliminarDon Alonso Quijano busca, como Diógenes, cada uno en su disfraz, un hombre. No es fácil la búsqueda. Menos el encuentro. Pero ninguno de los dos está solo, sino que conversan en un mismo plano, por encima del tiempo y de la distancia, a pesar de que ambos echen de menos el diálogo vivo. Así que la crítica de vicios patrios ha de continuar..., alguien la recogerá, en otro tiempo y en otro espacio.
ResponderEliminar"Don Alonso, ¿quién era ese Diógenes?" "Un cínico que buscaba un hombre sin hallarlo, vivía en un mundo de basura, y decía todo lo que pensaba". "Vaya, como ahora" "Casi, Sancho, casi, pues eso de pensar y hablar está cayendo en desuso". "Bueno, don Alonso, yo hago lo que puedo" "No eres tú Sancho, son los molinos, que no quieren que hagamos ni lo uno ni lo otro" "Entonces, en boca cerrada no entran moscas; por la boca muere el pez; quien tiene boca se equivoca, y calladito estoy más guapo. Punto en boca". "¡Jamás, Sancho! ¡Dame mi espada, que no habrá tijera por grande que sea que no pueda derribarla!" "Sosiéguese vuesa merced, que es demasiada tijera para tan poco estoque"."Tienes razón Sancho, pero, ¿qué otra cosa podemos hacer? Si dejamos de luchar dejamos de vivir". "No exagere, que no será para tanto". "Sancho, no sigas, que ya te salen las tijeras de la mollera". "Pero, es que es verdad...""La verdad, Sancho, la sabré cuando me muera, porque sólo a los dioses pertenece, pero deja que los mortales disfrutemos buscándola y no hallándola, pues eso, amigo mío, se llama vivir, vivir como un hombre". "Como Diógenes". "Eso es, como Diógenes en medio de la basura".
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